LA NOCHE MÁS LARGA DE MI VIDA
Esa noche quería jugar con la luna
al escondite, al veo veo.
¡Tenía tanta ilusión!
Y el viento no me dejó.
Soplaba tan fuerte,
arrastró tantas nubes.
Las empujó hacia ella
hasta que la tapó.
Satisfecho de su hazaña,
el viento se retiró.
Tampoco esa noche
brillaron las estrellas.
Quedó tanta oscuridad
que ya no pude jugar.
Llorando afligida,
encendí una vela
y me senté en la fuente
a esperar el nuevo día.
Despierta o adormilada,
era la noche tan larga,
que oía voces que insistente me llamaban.
Pon atención a la noche, me decían,
escucha el mensaje de la tierra
y volverás a ser niña.
Acaso soñaba,
sentí cómo caía la escarcha.
Con esfuerzo creció la hierba,
el musgo se asomaba entre las piedras
para escuchar una dulce melodía
que se escuchaba de lejos
de un saxo, un violín,
una trompeta y una batería.
Cantaban a dúo un grillo y una cigarra
desafiando al frío y a la nevada.
Un movimiento lento se escuchaba
al compás del run run del molino.
Le seguía un movimiento rápido,
cantando el agua del río,
se metía entre las piedras
que de paso servían.
Y con un espléndido agudo,
saltaba y se convertía
en una pequeña cascada.
Y seguía por la aldea el río bajando,
a reunirse con la ría
que ya lo estaba esperando,
con su ramo de azahar
de novia vestida.
La ceremonia se celebraría
en aquella hermosa playa
de arenas blancas y finas.
Perfumaría el templo
el aroma de los montes
que regalaban los pinos.
Alfombras para pasar
serían los prados verdes,
y como adorno especial
muchas florecillas silvestres.
Cantando con los regatos
llegarían los invitados,
tocarían la marcha nupcial
chocando las olas con las rocas,
las algas con las conchas
y con los remos las barcas.
En el banquete de boda
se comerían exquisitos platos
de coral y perlas finas,
y de viaje de bodas,
felices los dos,
se irían al mar.
Se oía un movimiento alegre
cayendo el agua de la fuente,
y un jubiloso movimiento final
hizo al nuevo día despertar.
Así se despedía el invierno
con su última nevada
dando paso a la primavera
que llegaba cargada de esperanzas.
Dejó de caer la escarcha
y sin esfuerzo creció la hierba.
Las flores tímidamente mostraban
sus primeras galas.
Con la trompeta y la batería
el musgo soñaba.
Dormían plácidamente el grillo y la cigarra.
Descansaba el molino,
cantaba suavemente el agua del río.
Seguía cayendo alegre el agua de la fuente.
Las nubes se apartaron.
El viento, callado.
Todos ellos dieron paso
al majestuoso sol
que ya asomaba sus primeros rayos.
Alegres los pájaros cantaron
y al nuevo día saludaron.
Una vez más se producía el milagro.
Entre tanta paz y armonía,
algo que dentro de mí dormía
en ese momento despertaba.
Levanté con fuerza la cabeza
hacia arriba, alabé a Dios,
bendije el cielo y la tierra.
Dí gracias a mis ojos
por ayudarme a soñar despierta,
con tan bellos recuerdos
que en un curso acelerado
hace ya mucho tiempo
en mi cerebro habían grabado.
Quedó atrás tanto llanto sin consuelo,
búsqueda y llamadas a Dios,
pues lo creía tan lejos,
y qué cerca estaba.
Con sólo tender la mano
podía tocarlo.
A la luz de una vela,
en una fuente sentada,
esa noche había escuchado
la sinfonía más hermosa
que para mí la madre tierra
había interpretado.
Y a la batuta el divino Dios, sin dudarlo.
EL BASTÓN
Gracias, esposo mío,
por prestarme tu bastón,
no es de ébano ni de pino
porque es un bastón de amor.
Tienes que estar muy cansado
siempre cediendo el bastón,
lo siento mucho, amor mío,
no veo otra solución.
Cuando te enfadas conmigo
no creas que no te entiendo,
son cosas de nuestra vida.
Por lo que te hago sufrir
quiero pedirte perdón,
en algo te haría feliz,
¿no es verdad, querido Antón?
y tú me recompensaste
prestándome tu bastón.
Si antes que tú yo me voy,
no te olvides el bastón,
porque no sabemos si allí
nos hará falta a los dos.
Tú conmigo y yo contigo, Antón.