POEMAS DE NUESTRA SOCIA. PILAR AGRASO VINAGRE

LA NOCHE MÁS LARGA DE MI VIDA

Esa noche quería jugar con la luna

al escondite, al veo veo.

¡Tenía tanta ilusión!

Y el viento no me dejó.

Soplaba tan fuerte,

arrastró tantas nubes.

Las empujó hacia ella

hasta que la tapó.

Satisfecho de su hazaña,

el viento se retiró.

Tampoco esa noche

brillaron las estrellas.

Quedó tanta oscuridad

que ya no pude jugar.

Llorando afligida,

encendí una vela

y me senté en la fuente

a esperar el nuevo día.

Despierta o adormilada,

era la noche tan larga,

que oía voces que insistente me llamaban.

Pon atención a la noche, me decían,

escucha el mensaje de la tierra

y volverás a ser niña.

Acaso soñaba,

sentí cómo caía la escarcha.

Con esfuerzo creció la hierba,

el musgo se asomaba entre las piedras

para escuchar una dulce melodía

que se escuchaba de lejos

de un saxo, un violín,

una trompeta y una batería.

Cantaban a dúo un grillo y una cigarra

desafiando al frío y a la nevada.

Un movimiento lento se escuchaba

al compás del run run del molino.

Le seguía un movimiento rápido,

cantando el agua del río,

se metía entre las piedras

que de paso servían.

Y con un espléndido agudo,

saltaba y se convertía

en una pequeña cascada.

Y seguía por la aldea el río bajando,

a reunirse con la ría

que ya lo estaba esperando,

con su ramo de azahar

de novia vestida.

La ceremonia se celebraría

en aquella hermosa playa

de arenas blancas y finas.

Perfumaría el templo

el aroma de los montes

que regalaban los pinos.

Alfombras para pasar

serían los prados verdes,

y como adorno especial

muchas florecillas silvestres.

Cantando con los regatos

llegarían los invitados,

tocarían la marcha nupcial

chocando las olas con las rocas,

las algas con las conchas

y con los remos las barcas.

En el banquete de boda

se comerían exquisitos platos

de coral y perlas finas,

y de viaje de bodas,

felices los dos,

se irían al mar.

Se oía un movimiento alegre

cayendo el agua de la fuente,

y un jubiloso movimiento final

hizo al nuevo día despertar.

Así se despedía el invierno

con su última nevada

dando paso a la primavera

que llegaba cargada de esperanzas.

Dejó de caer la escarcha

y sin esfuerzo creció la hierba.

Las flores tímidamente mostraban

sus primeras galas.

Con la trompeta y la batería

el musgo soñaba.

Dormían plácidamente el grillo y la cigarra.

Descansaba el molino,

cantaba suavemente el agua del río.

Seguía cayendo alegre el agua de la fuente.

Las nubes se apartaron.

El viento, callado.

Todos ellos dieron paso

al majestuoso sol

que ya asomaba sus primeros rayos.

Alegres los pájaros cantaron

y al nuevo día saludaron.

Una vez más se producía el milagro.

Entre tanta paz y armonía,

algo que dentro de mí dormía

en ese momento despertaba.

Levanté con fuerza la cabeza

hacia arriba, alabé a Dios,

bendije el cielo y la tierra.

Dí gracias a mis ojos

por ayudarme a soñar despierta,

con tan bellos recuerdos

que en un curso acelerado

hace ya mucho tiempo

en mi cerebro habían grabado.

Quedó atrás tanto llanto sin consuelo,

búsqueda y llamadas a Dios,

pues lo creía tan lejos,

y qué cerca estaba.

Con sólo tender la mano

podía tocarlo.

A la luz de una vela,

en una fuente sentada,

esa noche había escuchado

la sinfonía más hermosa

que para mí la madre tierra

había interpretado.

Y a la batuta el divino Dios, sin dudarlo.

EL BASTÓN

Gracias, esposo mío,

por prestarme tu bastón,

no es de ébano ni de pino

porque es un bastón de amor.

Tienes que estar muy cansado

siempre cediendo el bastón,

lo siento mucho, amor mío,

no veo otra solución.

Cuando te enfadas conmigo

no creas que no te entiendo,

son cosas de nuestra vida.

Por lo que te hago sufrir

quiero pedirte perdón,

en algo te haría feliz,

¿no es verdad, querido Antón?

y tú me recompensaste

prestándome tu bastón.

Si antes que tú yo me voy,

no te olvides el bastón,

porque no sabemos si allí

nos hará falta a los dos.

Tú conmigo y yo contigo, Antón.

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